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Meet some of the women and men who benefit from the Retirement Fund for Religious.
Sister Gloria Rodríguez, MGSpS, 80
“The people were hungry to hear about God, and that would motivate me for the missionary work,” says Sister Gloria Rodríguez, a member of the Missionaries Guadalupanas of the Holy Spirit in Los Angeles, California. During 60 years of religious life, she has served those most in need, sometimes in remote locations and sometimes just down the street.
Born in Morelia, Mexico, in 1937, Sister Gloria was raised in a devout Catholic family. “My parents introduced me to the faith, and I had an uncle who was a religious priest,” she says. Growing up, her family often spent summers with her uncle. “I would see him pray,” recalls Sister Gloria. “He was very devout and close to the people. Watching him made me realize I could do the same.”
Sister Gloria entered the Guadalupanas in 1953 at age 15. She was allowed to finish high school while living with the sisters. She made her first profession in 1957 and served in various parishes for about nine years before setting out as a missionary.
Being a missionary often required strenuous travel. In Vera Cruz, Mexico, where she ministered for four years, Sister Gloria would travel four to five hours on horseback—through rivers and over mountains—to reach people living in remote areas. “We would stay a month at a time,” she remembers, “and I would cry when I had to leave them (the people).”
In 1975, Sister Gloria came to the United States to serve in Bedford, Massachusetts. She worked with immigrants, primarily from Puerto Rico and the Dominican Republic. Later, she was transferred to Florida, where her community had a chapel and mission. There, she continued to work with immigrants, both to support their religious formation and to help with the transition to a new country. “The evangelization technique was to form new (lay) leaders so that when the Guadalupanas left there were already leaders helping others,” she explains.
In 2000, an illness required Sister Gloria to leave her ministry as a missionary. She began caring for some of her community’s older and infirm sisters. Although she was not eager for the assignment, Sister Gloria feels that caring for the elderly helped her gain a greater understanding of what it means to suffer and made her more compassionate. For the last 10 years, she has been committed to ministering at a nearby nursing home, attending to a community member who resides there and reaching out to other residents as well. “I see the suffering in the nursing home and the loneliness,” she says. “I feel I can do a lot there.”
Hermana Gloria Rodríguez, MGSpS, 80 años de edad
“La gente tenía hambre de Dios y eso me motivaba para mi trabajo misionero”, dice la hermana Gloria Rodríguez, miembro de las Misioneras Guadalupanas del Espíritu Santo en Los Ángeles, California. A lo largo de 60 años de vida religiosa, ha servido a los más necesitados, a veces en lugares remotos, a veces en el vecindario.
Nacida en Morelia, México, en 1937, la hermana Gloria creció en el seno de una familia católica devota. “Mis padres me enseñaron la fe y tenía un tío que era sacerdote”, cuenta ella. Durante su niñez, a menudo su familia pasaba los veranos con su tío. “Yo lo veía rezar”, recuerda la hermana Gloria. “Era muy devoto y cercano a la gente. Verlo me hizo darme cuenta de que yo podría hacer lo mismo”.
La hermana Gloria ingresó con las Guadalupanas en 1953 a la edad de 15 años. Le permitieron terminar la enseñanza secundaria, mientras vivía con las hermanas. Hizo su primera profesión en 1957 y sirvió en varias parroquias durante unos nueve años antes de emprender su labor como misionera.
Ser misionera a menudo implicaba realizar viajes extenuantes. En Veracruz, México, donde sirvió durante cuatro años, la hermana Gloria iba a caballo durante cuatro o cinco horas, atravesando ríos y montañas, para llegar hasta la gente que vivía en las zonas remotas. “Nos quedábamos allí durante un mes”, recuerda, “y lloraba cuando tenía que irme”.
En 1975, la hermana Gloria vino a Estados Unidos para servir en New Bedford, Massachusetts. Trabajó con inmigrantes, principalmente de Puerto Rico y República Dominicana. Más tarde, fue trasladada a Florida donde su comunidad tenía una capilla y una misión. Allí continuó su trabajo con inmigrantes para dar apoyo a su formación religiosa y ayudar en la transición al nuevo país. “El método de evangelización consistía en formar a nuevos dirigentes (laicos) para que cuando las Guadalupanas nos marcháramos hubiera líderes que ayudaran a los demás”, explica.
En 2000 una enfermedad obligó a la hermana Gloria a dejar la labor de misionera. Empezó a cuidar de algunas de las hermanas más mayores y enfermas de su comunidad. Aunque en un principio la tarea no la entusiasmaba, la hermana Gloria siente que cuidar de los mayores la ayudó a comprender mejor lo que significa sufrir y a tener más compasión. Durante los últimos 10 años, se ha dedicado a servir en una residencia de ancianos del vecindario, cuidando a una hermana de la comunidad que vive allí y poniéndose a la disposición de los otros residentes también. “Veo el sufrimiento en la residencias de ancianos y la soledad”, cuenta ella. “Siento que puedo hacer mucho allí”.